Por Begoña Gándara Orgeira
Antes de probarlos, tenía una vaga idea de lo que eran los calçots (supongo que como la mayoría): una especie de cebollas alargadas, preparadas no sé como, y que se toman con una salsa con la que te pones hecho una pena para llevártelas a la boca; y aunque esto último puede ser cierto, porque depende de la habilidad del individuo, Casa Assumpta es un buen sitio para comprobar realmente lo que son, sin necesidad de hacer viaje a Cataluña en la época propicia, y además, arriesgarte a que te aticen una cosa cualquiera para turistas despistaos.
Esta casa de turismo rural, en los aledaños de Arzúa, dirigida por Assumpta Navarro (gallega reconvertida catalana) y su marido (catalán reconvertido gallego), organiza desde hace varios años jornadas que no se limitan a ofrecerte los calçots, sino que sirven lo que sería una calçotada payesa en toda regla, ya que la comida completa incluye: escalibada con pan amb tumaca, judías tiernas con butifarra, chuletitas de cordero con alioli, y para remate final, crema catalana casera. Aunque parece (y lo es) para campeones olímpicos, la base del asunto está en dosificarse para poder probarlo todo sin mayores complicaciones gástricas.
La temporada de calçots no es muy larga, y aquí preparan, en torno a los meses de enero y abril, comidas (no cenas) los sábados y domingos. Hay que reservar, y es a precio cerrado (este año 37 euros). Hay días que es difícil, pese a que están muy bien organizados, porque son capaces de distribuir a los comensales en dos turnos de unas treinta personas.
El proceso es como sigue: en la fase uno, sirven la calçotada en una carpa en el jardín, en la que ya tienen preparada la salsa salvichada (en cuya composición se incluye tomate, almendra molida, aceite y algunas hierbas arómáticas, muy sabrosa) y el pan, y se acompaña de cava, a trasegar en porrón (pintoresco, pero muy bueno) o a la manera tradicional; tienen a bien los propietarios facilitar una especie de babero básico, con publicidad de la casa, para las posibles incidencias, y que, pese a ser algo ridículo, todo el mundo se coloca sin chistar (puede pringarte la salsa y/o el porrón, aunque hubo a quien mejor le hubiera venido un chubasquero, porque a base de inclinar el adminículo, se acabó duchando en cava); te traen los calçots tibios con toda su tierra, y tienes que “desenfundarlos”, mojarlos en la rica salsa y a comer (que no es poco), y para los que se estrenan, ahí está el dueño de la casa ejerciendo de anfitrión, dando las explicaciones técnicas y contestando a dudas y curiosidades con amabilidad y paciencia infinitas (teniendo en cuenta las veces que habrá dicho lo mismo). Y en la fase dos, se pasa al restaurante del interior de la casa, donde sirven el resto de las viandas.
Mi experiencia fue estupenda; aparte de pasarlo bien, reírme mucho y mancharme moderadamente, todo me pareció muy sabroso y muy sencillo: los calçots, contra lo que pudiera pensarse, tienen un sabor dulce y delicado (con la salvichada, me parecieron exquisitos), las judías son muy tiernas (la piel es prácticamente inapreciable) y muy sabrosas con la butifarra, y las chuletas de cordero en su punto de brasa; la crema, que no la sirven en cuenco de barro sino en plato pero por supuesto con su azúcar quemado, no cabe más (casi consigo comer dos raciones, pero me quedé en una y media, más por necesidad que por intención). Además, como llegamos pronto y estuvimos cotilleando por la finca, tuvimos ocasión, antes de comer, de charlar con el dueño, al que cazamos preparando los calçots (el resto de la comida corre a cargo de Assumpta y otros cocineros, salvo la salvichada, que la hace ella personalmente), y nos invitó a probarlos, y además, a cava y empanada; también nos explicó, al tiempo que trajinaba con las brasas, que parte de los productos los encargaba en Cataluña: las cebollas, las judías y la butifarra, nos describió como se cultivaba el calçot (en Galicia no se da bien, resulta demasiado fuerte) y su punto óptimo de asado, y casi casi nos contó su vida; fue muy entrañable y de una hospitalidad emocionante.
Si además se quiere reposar la comida, y disfrutar de esta zona, salpicada de explotaciones ganaderas, no en vano es cuna de uno de los más reputados quesos de Galicia, la casa dispone, a precio razonable, de unas diez habitaciones, bautizadas con nombres de escritores gallegos, bien acondicionadas, decoradas de forma sencilla y con algunos muebles restaurados; el alojamiento incluye un desayuno casero de lo más reconfortante. Además, tanto la casa como la finca están impecablemente cuidados.
Para mayores detalles, disponen de página web www.casa-assumpta.com, de muy aceptable factura, que permite obtener bastante información de interés.
También en temporada incluyen en su menú los escargots, pero aún no los he catado. Tema interesante para otro comentario, todo se andará.