By Comissatio.

Las Navidades comienzan con la nochebuena, fiesta grande en Galicia y menor en Cataluña donde se celebra el 25 con la familia de la madre y el 26 San Esteban con la del padre. No es objeto de este escrito describir las tradiciones gastronómicas de mis dos patrias sino comentar los excesos previos que se han ido instaurando en nuestras vidas durante los últimos años.

Este año todo comenzó un sábado 18 de Diciembre, estábamos convocados como de costumbre en la esquina de Cortefiel a las 21:30, desde allí nos dirigimos poniéndonos al día al R.C.N.L.C (solo se puede acceder con un socio, en este caso Rai que se encargo de todos los detalles) Allí nos sentamos a cenar Pepiño, Diguis, Raimon, Pablito, Fede, Carlos, Mario, Chimo y un servidor.

El menú estaba compuesto por unos entrantes bien cuidados, jamoncito (para tener a Mario tranquilo) púlpito y demás entretenimientos. En el plato principal se podía elegir entre secreto ibérico y reo, ambos estaban esquistos buen producto bien elaborado (no hace falta mucho mas). Tanto los postres como los vinos gozaron de gran aceptación. En resumen, comida de toda la vida, cocinada como toda la vida. La minuta ajustada a estas características, 30€ por persona. A partir de aquí al Dux, imaginad lo que siguió; el nivel de intensidad de la noche fue subiendo y el único beneficiado fue mi sastre, de ahí los que aguantaron, al tarugo, para no fallar a la tradición.

Los excesos continuaron el martes 28, cena con unos amigos y sus mujeres. El encuentro gastronómico tuvo lugar en el restaurante Moments, dentro del recién inaugurado Hotel de la cadena Mandarin en Barcelona, regentado por el chef Raul Balam hijo de Carme Ruscalleda, famosa cocinera catalana que ha colocado sus dos restaurante de Barcelona y Tokio en la ansiada guía Michelin (todos los nuevos chefs quieren estar en ella), al hijo también le han dado la estrella (¿será el primer hijo de estrella que la consigue?) El local minimalista, un solo espacio abierto, oscuro y ruidoso. La carta era limitada, menú degustación y listo. Extensa y acertada la carta de vinos de la que seleccionamos un Sol de Señorans y un Matarromera. Sol de Señorans excelente, fiel a las raíces de la bodega con matices de madera; Matarromera redondo con adecuada calidad precio.

El «homenaje» consta de los siguientes actos:

-micro menu de aperitivos (no lo entrecomillo porque ellos los definen así) secuencialmente nos sirvieron lo que sigue:

Hierbas y piñones

Croquetas de jabalí y enebrinas

Shawan mushi de setas y castañas

Magadalena de algarrobas y avellanas

El menú, una vez superado los mini-aperitivos, prosiguió con los siguientes platos

-Mondrian gastronomic: un plato estilo Miro, Bacalao con pimientos y olivas

-Miniravioli con tocona y sémola vegetal

-Colas de gambas con alcachofas cremosas fritas y chips

-Rodaballo con Lima dulce

Acto seguido nos ofrecieron a elegir entre:

– coulant de  con crema de patata

– filete de potro del Pirineos con texturas vegetales

Bacalao

Una vez superado el menú entramos en el capítulo de postres. Comenzó con una exquisita tabla de quesos compuesta por 5 quesos de intensidad creciente, Todos con un contraste dulce.

Tras los quesos dos nuevos postres:

Uno compuesto de greda y helado de vinagre y quarkxpress con aceite

El otro, combinación de helado de sisho, sorbete de coco, wasabi y frutas rojas

Para finalizar entretenimientos de pastelería: gominola de yuzu, coca de full cabello de ANGEL y piñones, chocolate blanco con sésamo negro, hilo de sidral, macarrón, polvorón Violeta, oro parece y trufa de chocolate

Minuta: el menú costaba 125€ y con los vinos pagamos 160€ por persona (tip included) Al entregarnos las vueltas el camarero cometió un pequeño error de 80€ en el cambio a su favor (¿error no forzado? Si cuela coló y sino pido perdón)

Conclusión: espero que esta crisis ponga a estos sitios a la altura de los de toda la vida, tanto en calidad como en precio. Es impersonal comer igual en un restaurante en Barcelona que en Tokio. Lo bonito de la gastronomía es empaparse de la cultura local y del carácter del cocinero. Coger una buena materia prima y elaborarla con cariño, no de una manera impersonal y aséptica con un cronometro. Recuerdo poder distinguir el estado de ánimo de mi madre según el nivel de especias de sus recetas, esos detalles son los que dan un carácter único e irrepetible a cada evento gastronómico.

Www.mandarinoriental.es

Adjunto fotos de los platos