Pablo García-Ramos
A principios del siglo pasado José María Rivera Corral regresa de México, donde había viajado en busca de fortuna, para iniciar una nueva aventura empresarial en su ciudad. En 1906 se establece en la plaza de la Palloza con una fábrica de hielo que abastece a los barcos pesqueros y a la vez apuesta por un negocio desconocido en aquellos tiempos pero emergente en el resto de Europa: la cerveza. Dos negocios complementarios situados estratégicamente al lado del puerto.
Cien años después y varias generaciones por medio, Hijos de Rivera es un próspero negocio que ha sabido adaptarse a los tiempos reinventándose y ampliando el abanico de productos de calidad muy asociados a la marca.
El pasado 27 de mayo tuvimos la oportunidad de conocer las instalaciones donde elaboran la cerveza Estrella de Galicia situadas en A Grela, en la calle cuyo nombre rinde homenaje a al fundador de la empresa. Durante la visita estuvimos acompañados por la simpatía de Eduardo Sanjuán e Ignacio Olavide, encargados de las relaciones externas de la compañía, que ejercieron de magníficos anfitriones. Una vez en la planta fabricación pudimos conocer los procesos de elaboración de la cerveza Estrella de Galicia y comprobar la eficacia de los modernos sistemas de envasado y embotellado de los distintos formatos que ofrece la marca. De las distintas tecnologías empleadas, nos sorprendió el sistema de gestión de barriles (recogida, lavado, llenado y transporte), completamente automatizado y robotizado.
Para comprender la parte técnica de la fábrica, tuvimos la fortuna de contar con la presencia de Santiago Ojea Rivera, máximo responsable del proceso de producción y gran experto cervecero, que desmenuzó todas las fases de fabricación hasta obtener el producto final. Como curiosidad comentó el origen de la estrella que preside la imagen de la marca hace referencia al antiguo gremio de maestros cerveceros. Las seis puntas de la estrella simbolizan cada uno de los seis componentes necesarios que se utilizan en su elaboración: el malteado, la cocción, la fermentación que se entremezclan con el aire, el agua y el fuego para transformar el grano en cerveza.
Finalizada la visita nos desplazamos a la cervecería de Cuatro Caminos, sede de la primitiva fábrica de cervezas y que todavía conserva algunas referencias de la factoría original. Allí, además de tirar miles de cañas a la semana, ofrecen buenas posibilidades de restauración. Tras unos aperitivos previos probamos un logradísimo changurro de centolla. Como plato principal, en esta ocasión dimos cuenta de una excepcional merluza del pincho que apenas necesitaba de mayores mimos culinarios. La comida estuvo regada, of course, por la refrescante cerveza gallega excepcionalmente tirada. El colofón a una animada sobremesa lo pusieron la gama de aguardientes que bajo la marca Kenza añade Hijos de Rivera a su familia de bebidas.