Por Calin Fernández Barallobre
Terminaba de leer el otro día “Los Amantes de Teruel” de Teruel de Juan Eugenio de Hartzenbusch. Es una trágica historia muy del romanticismo español que narra los avatares del noviazgo de los turolenses, Diego Marcilla e Isabel de Segura en plena reconquista de España, en el siglo XII. De buenas casas señoriales, Diego, que era el tercero de sus hermanos en la línea de herencia y eso no auguraba fortuna, obtiene permiso de los padres de ella, para que en el plazo de seis años, logre alcanzar riqueza y así poder casarse con su amada Isabel.
Diego parte hacia Siria a luchar contra el infiel. Se hace rico y cuando regresa es hecho prisionero por los moros de Valencia. Zulima, la sultana queda enamorada de él, pero Diego, firme en su amor por Isabel, la rechaza. Ella promete venganza. Pasa el tiempo y Diego no es liberado. Entretanto Rodrigo de Azagra, hermano bastardo del señor de Albarracín, poderoso pretendiente de Isabel, chantajea a la madre de esta y sin remedio se fija la boda entre el de Azagra y la Segura.
Diego es liberado y regresa a Teruel, adinerado y feliz, en la fecha fijada. Oye campanas de boda y espolea a su burra “Quilla”.Pero en las cercanías, unos bandoleros al servicio de la sultana Zulima le detienen mientras duran los esponsales entre su amada y Rodrigo. La boda termina y Diego llega para ver entre el público la salida de su querida Isabel del brazo de su esposo, el pérfido Rodrigo.
Diego va a casa de Isabel, se esconde, la sorprende sola y le cuenta lo sucedido y le pide un beso de amor. Ella se niega en redondo, ¡¡un beso de mujer casada!!,¡¡jamás!!. Diego despechado cae muerto a sus pies. A la mañana siguiente, Isabel, señora de Azagra, acude a los funerales de su amado. Acercándose al cadáver, ante los comentarios de la gente, que llena la Iglesia, le da el beso que anoche le había negado. Al instante queda muerta de amor. No les enterraron junto pero si cerca. En la Iglesia vieja de San Pedro se pueden admirar dos maravillosas tumbas -mausoleos de alabastro, obra del insigne Juan de Avalos. Desde aquella fecha de 1217 el alma de los turolenses se encandiló de emoción y dedico a la infeliz pareja unos pastelillos que con el tiempo se han convertido en toda una seña de identidad de la ciudad mudéjar del Torico, “LOS SUPIROS DE AMANTE”, hechos con huevo, harina, azúcar y queso. Ahí os va la receta por si queréis embriagaros de amor.
Ingredientes: 125 gramos de mantequilla sin sal; dos huevos; 75 gramos de azúcar; ocho porciones de quesitos; tartarelas (moldes de masa); un poco de azúcar en polvo
Preparación: Ablandar la mantequilla. Chafar los quesitos y poner a fuego lento. Mezclar la mantequilla, los quesitos y los dos huevos batidos. Mezclar todo. Rellenar las tartarelas. Hornear al grill durante ocho-diez minutos. Espolvorear con el polvo de azúcar. Ya tenemos un riquísimos Suspiros. Ya lo dice la jota:
Por un besico murieron
Don Diego y Doña Isabel
Dejémoslo en un suspiro,
no pase lo de Teruel.